Lev Tolstói vs. Joe Wright
- escine
- 29 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Anna Karenina es una obra inmensa. No solo por su extensión (la novela, dependiendo de la edición, tiene al menos 400 páginas) sino también por su impacto cultural. Es una de las producciones más importantes del Ballet Mariinski, la compañía de ballet rusa que existe desde la época imperial. Asimismo, se han hecho trece adaptaciones fílmicas, a través de todo un siglo, ya que la primera es de 1911 y la última de 2012. Aquí contrastaré la más reciente.

Lev Tolstói es considerado uno de los autores más importantes del cánon literario universal, tanto por Anna Karenina como por Guerra y Paz, si bien él consideraba que Anna Karenina fue su primera gran novela. Es uno de los mayores exponentes del realismo, también, junto con Fyódor Dostoyevski. Este movimiento artístico se caracterizó por oponerse a su antecesor, el romanticismo, y describir la crudeza de la realidad social tal como era. Por lo tanto, es uno de los rasgos principales de la novela, cómo demuestra la hipocresía y la doble moral de la aristocracia rusa y sus mecanismos de censura para preservar la sociedad, al menos en apariencia, según los principios religiosos. Es fascinante la obra por cómo describe el peso social que debe afrontar Anna, pero no tanto su amante, Vronsky.
Sin embargo, creo que es justo en ese sentido que la obra es injusta, porque pareciera que el mismo Tolstói detestara el actuar de Anna. Si bien no podemos pedirle a una obra de 1877, publicada al principio por entregas en la revista Russki Véstnik, que vindique a la mujer desde una perspectiva feminista y desde los ideales actuales, creo que podemos ver cómo las decisiones narrativas de Tolstói son condenatorias hacia el personaje. Por ejemplo, creó un personaje para hacer contrapeso, Lyovin, un hombre joven que se casa bien y se encuentra en una travesía espiritual para encontrarse a sí mismo y principios morales coherentes. El novelista le dedica la mayor parte de la novela a él, aunque su título, y la historia “principal” sean sobre Anna. Pareciera que su mensaje es “no sean adúlteros como Anna, sean como Lyovin, el cristiano y aristócrata perfecto”.
Por otro lado, la versión del británico Joe Wright, además de una cinematografía preciosa y mágica, en la que pareciera que conocemos la historia sumergidos en el escenario de un teatro e incluso entre sus bastidores, pienso que es mejor justo por eso: porque la verdadera protagonista de la historia es Anna. Y más que juzgarla, conocemos sus emociones e historia desde ella misma, y entendemos la injusticia de una sociedad hipócrita que la asfixia. Considero que le hace justicia al personaje, inclusive, al ser personificada por la maravillosa Keira Knightley, que le aporta la ternura y el brillo que le hace falta al texto, sin dejar de lado la elegancia y la inestabilidad de la persona original de la novela.
También, el filme rescata y le da un mejor protagonismo a un símbolo importante de la novela: el tren, y logra que sea un hilo conductor, desde que empieza el romance de Anna y el conde Vronsky, que catalice el clímax y le dé un toque de predestinación al enlace final.
No obstante, recuerdo que vi la película primero, poco después de que salió, y algunos años después, leí la novela. Luego de leerla, volví a esta producción, que ganó premios de la crítica por la producción y el vestuario, y sentí que solo entonces comprendí la relación entre los personajes y la construcción de la trama en general. Quizá fue solo mi caso pero sí creo que la película intuye que todos conocemos los acontecimientos de la historia, por lo que no se ocupa de narrarlos sino más bien de describirlos emocional y visualmente. Aun así, siento que podemos afirmar que este es uno de los pocos casos en los que la película es mejor que el libro, aunque de alguna forma ella necesite del texto para alcanzar un significado más profundo.
Hanna Orellana Beitze
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