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Mujercitas, (2019)

  • Foto del escritor: escine
    escine
  • 12 feb 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 17 mar 2020

“Qué deleite”, pensé, mientras veía la adaptación de Greta Gerwig de la clásica novela, dejándome llevar por la campiña de ensueño, el nostálgico vestuario y la increíble banda sonora.




Y, cuando finalmente empezaron a aparecer los créditos, dije: “qué absoluto deleite”. Digo “finalmente”, porque al inicio se sintió más larga de lo que esperaba, pero terminé deseando que no acabara nunca.


Pienso que definitivamente hay que tener cuidado con dejarse llevar por el arrullo apacible de imágenes que es esta película, cuya autora original es Louise May Alcott, porque su principal desafío para entenderla es que va alternando el pasado con el presente. En literatura, a estos cambios los llamaríamos prolepsis (hacia adelante en el tiempo) y analepsis (hacia atrás), y en el cine se les suele llamar flashforwards y flashbacks. Probablemente, es más difícil darse cuenta de que la temporalidad no es lineal para alguien que, como yo, no recuerda haber leído el libro (o simplemente no lo hizo). No obstante, creo que Gerwig creó un potente juego de contrastes para mostrar el desarrollo de los personajes y un contexto ágil para que entendiéramos con facilidad las relaciones entre sí.


En cuanto a las actuaciones, si su objetivo era que conectáramos con Amy, Jo, Meg y Beth y les guardáramos cariño, lo lograron. Son enternecedoras, y aún así, no dejan de ser profundas. Mi favorita es Saoirse Ronan como Jo, el espíritu libre y audaz que todas queremos ser, disruptiva y soñadora. Que no significa para nada que no sea sensible ni sepa amar profundamente, especialmente a sus hermanas.


Porque el filme, más allá de ser para nuestro disfrute sensorial, también es un vehículo de mensajes maravillosos que no podemos perdernos. Entre ellos, el sentido de sororidad entre las hermanas March. En la historia de Jo, obtenemos un vistazo a lo injusto que ha sido y es el mundo editorial para las mujeres y, en general, lo desafiante que es el mundo para aquellas que luchan por sus sueños y repetidamente se les cierran espacios. Sin embargo, también comprendemos, a través de la sabiduría de Meg, que no todas las mujeres sueñan lo mismo. Algunas son felices con solo casarse y ser madres, y, que el respetar y admirar eso, también es parte de nuestra hermandad.


Y bueno. Si todo lo anterior no les convence, al menos véanla por la hermosísima secuencia final de cómo solían hacerse los libros antiguos. Estoy segura que les encantará.

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