Riding in Cars with Boys (2001)
- escine
- 5 may 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 20 may 2020
Por razones que todavía no entiendo muy bien (o quizá es que las entienda demasiado) siento una profunda simpatía por Riding in Cars with Boys. Cuando puedan, échenle un ojo.

Hablemos del burdamente explotado, tremendamente aclisheado y siempre en el cine esperado People’s champ. Ese personaje entrañable por el que nadie da un peso, viene desde abajo y luego de una vida de carroña espiritual, física y material se convierte en ídolo de multitudes, venciendo a su propio destino (pueden poner We are the champion para darse una idea mientras piensan en el final). Podría nombrar mil, dos mil, quinimil y siempre seguirían apareciendo, porque a la gente (en teoría, claro) le encanta que los Remy se conviertan en el mejor chef del mejor restaurante de París y con ello, del mundo.
Y no te ofendas, Remy, pero aunque me encantas, hoy quiero hablar de una mujer que solo después de contar su historia de penas y aferrándose a su máxima virtud (saber relatar) obtiene el éxito que una serie de malas decisiones le negaron en su “debido tiempo”.
Y es que cuando todo va mal, solo queda la certeza de que siempre puede ir peor. Esa parece la consigna de Riding in Cars with Boys, película basada en el best seller de Beverly D’Onofrio, estrenada en el año 2001. La trama transcurre en el presente de 1986, cuando una atribulada Bev viaja con su hijo universitario esperando conseguir la firma de su exesposo para poder publicar sus memorias. Durante el viaje ambos ven al pasado, entre 1961 y 1968, tiempo suficiente para que presenciemos como Bev, una adolescente prometedora con un futuro definido en su cabeza, ve todo irse al carajo directamente por su esposo Ray e indirectamente por el hijo de ambos, Jason. La historia, que dura dos horas y un minuto, transcurre en un contexto sesentero plagado de las nuevas adicciones, los embarazos adolescentes y el aborto. D’Onofrio es una best seller, no una candidata al Nobel, así que no esperen diálogos Sartreanos sobre la existencia.
Aunque tal vez sí. Un día puede hacer tu vida. Un día puede arruinar tu vida. Toda la vida son cuatro o cinco días que cambian todo. Así nos introduce a su libro y aunque las reseñas no son tan favorecedoras, no todos los días le piden a Drew Barrymore que actúe lo horrible que fue tu vida y te llevan al cine con ello.
Jeanny Chapeta.
Cuentista y novelista, nunca poeta. Historiadora de reggaetón. Promotora de los males de esta sociedad. Chipe siempre.
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