Un viaje de diez metros (2014)
- escine
- 27 mar 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 27 mar 2020
Pienso que Un viaje de diez metros es una gran película para ver en tiempos de crisis como estos, porque nos recuerda lo más lindo de la vida, como la familia, el amor, la comida, la creatividad y los nuevos horizontes.

Si son como yo, que a veces el mundo les abruma emocionalmente y lo que necesitan es desconectarse y ver una película que haga parecer que la vida es hermosa, pero sin caer en chick flicks o parecidas sin sustancia, esta, dirigida por Lasse Hallström y producida por Steven Spielberg, Oprah Winfrey y Juliet Blake es una opción perfecta. Creo que es una historia hermosa, realzada por paisajes románticos de la campiña francesa, el colorido y la emoción de las especias indias, así como por personajes auténticos y tomas en cámara lenta de varias preparaciones gastronómicas (si también son foodies, o entusiastas de la cocina, también la disfrutarán por ello).
Un viaje de diez metros trata sobre una familia que huye de la India por una tragedia ocasionada por disturbios políticos, buscando refugio y un lugar donde florecer en Europa. Primero se establecen en Inglaterra, pero como apasionados de la cocina, descubren que allí los vegetales no tienen alma, por lo que cruzan el Canal de la Mancha y, por circunstancias fortuitas, terminan en Saint-Antonin, un pueblo del sur de Francia, la meca de la gastronomía. El padre, el señor Kadam, decide asentarse allí y abrir un restaurante, pero no en cualquier lugar, sino precisamente enfrente de un restaurante francés con una estrella Michelin, acelerando un enfrentamiento inevitable entre ambas cocinas y culturas.
A partir de entonces, se ve un contraste constante: el Le Saule Pleureur, siempre tan iluminado, perfectamente simétrico, la cúspide de la elegancia y el buen gusto, mientras que, al otro lado de la calle, Maison Bumbai, siendo la asimetría, iluminación romántica, la algarabía, lo hasta exótico y definitivamente imperfecto. Asimismo, los dueños de cada establecimiento, enfrentados: Madame Mallory, encarnada por la siempre distinguida Helen Mirren, versus el padre Kadam, bonachón e informal. En este enfrentamiento entre los personajes, ambos obstinados, también se discuten las diferencias gastronómicas, acusando a la francesa de insípida y simple y a la india de sobrecargada y sin clase.
En esa línea, es que el filme toca algunas dinámicas de discriminación étnica, xenofobia y chovinismo, y cómo, al llevar la guerra al extremo, terminan causándose daño real y deciden acabarla, construyendo un terreno de mutuo entendimiento e intercambio cultural en esos diez metros que separan un restaurante del otro.
En literatura, y en el cine también, hablamos de hilos narrativos, que son representados por conflictos que aparecen y, para darse por narrativamente concluidos, deben resolverse. Lo único que me decepciona de la película, cuando la analizo, es que varios de esos hilos narrativos que se abren no se cierran o se cierran de forma insuficiente. Y algo similar sucede con los personajes que, de cierta forma, representan esos hilos narrativos. Me parece que les hacía falta desarrollo, porque tenían potencial, personajes con sueños, ambiciones, fracasos y miedos, que terminan expresándose en clichés. Quizá también es un error del diálogo porque este no siempre logra expresar lo que sucede en su interior.
No obstante, considero que, a pesar de lo que podrían pasar como clichés, es muy disfrutable. A lo mejor van alineados a la naturaleza del filme: no está diseñado para hacernos reflexionar, u obligarnos a armar rompecabezas psicológicos, sino simplemente para que nos ilusionemos. Inclusive, en este momento de encierro obligado, podría servirnos de inspiración para profundizar nuestra comunicación con los que amamos o bien, si disfrutamos de cocinar, experimentar con nuevas recetas, ya que una buena parte de las secuencias y de la narrativa ocurren en cocinas.
Hanna Orellana Beitze
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